jueves, 3 de enero de 2008

La digitalización llega a los libros


“Un libro no es un objeto que sale así, de la nada; es el representante de un cierto tipo de cultura” Jean-Noël Jeanneney

La red de redes sigue cambiando nuestros hábitos cotidianos. Ya, anteriormente, con la aparición y la popularización del teléfono, casi nadie escribía cartas. En los buzones sólo encontramos facturas, recibos y propaganda, y en raras ocasiones alguna que otra postal de familiares o amigos que nos cuentan lo mucho que están disfrutando en sus viajes.

Después Internet se instaló en los hogares. Su llegada supuso la casi desaparición del género epistolar. Lo más práctico era enviar un correo electrónico (si había mucho que contar) o un mensaje a través del móvil (en el caso que fuera poco). Y así, las cartas, y todo su encanto, fueron sustituidas por los e-mails y los sms. Parece ser que esta manera de comunicarse resultaba más cómoda, más rápida y además estaba de moda.

Ahora es el turno de la digitalización de los libros. El lanzamiento del nuevo dispositivo de lectura de libros electrónicos Kindle, realizado por la librería virtual Amazon, permitirá almacenar hasta 200 libros. Leía hace unos minutos un artículo de Javier Celaya (socio fundador del portal Dosdoce.com) en El País que dice que “ya podemos escuchar la voz del autor a través de archivos sonoros podcast o ver imágenes de los lugares que describen en la novela. Ahora nos podremos llevar casi toda nuestra biblioteca personal de viaje” http://www.elpais.com/articulo/cultura/Otras/tecnologias/otros/lectores/elpepucul/20071231elpepicul_2/Tes.

Comparto la opinión del aumento de la oferta de libros en Internet, lo considero un gran progreso. Es una manera de acabar con la desigualdad de la cultura y conseguir su democratización. Pero creo que no deberíamos dejar todo en manos del señor Google. Se nos escapan otras muchas cosas. Cosas como imaginar por nosotros mismos aquello que leemos. Imaginar la voz de los protagonistas de nuestras novelas y también construir su fisonomía. Trasladarnos mentalmente a los lugares que el autor nos describe. Sentir el peso del libro en nuestras manos. Escuchar el ruido de las hojas al pasar. Percibir su olor. Con la digitalización se pierde esas pequeñas cosas que lleva consigo el placer de la lectura.

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